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Nada como no hacer nada ![]()
Pensaba en la bomba que encontraron este miércoles en una estación de Londres, en el horrible lÃo que causó y en lo que representa, cuando và pasar un jet de combate dejando un chorro de humo azul, blanco, rojo, en el cielo del séptimo dÃa del verano inglés, que acá dura poco. Pensaba en los años en que me gustó el futbol. Cuando tenÃa una edad que todavÃa se podÃa contar con los dedos de las manos despertaba al amanecer y me iba con los primos a jugar futbol en un campo húmedo de rocÃo, o me enfrascaba en partidos callejeros que duraban hasta que oscurecÃa. Pensaba en las cosas que pueden verse desde una ventana: un pedazo de cielo, más ventanas, muros a sol y a sombra, alguien que hace algo, lejos. Pero era miércoles y soplaba cierta brisa, y habÃa aviones ocupados en ir y venir. Pronto llega la hora de irse a casa. Pensaba en un poema que me deja sabor fresco en la boca cada vez que lo leo... Ella duerme./ Llega la madrugada con sus cosas,/ Los extremos del calor y del frÃo/ Donde se nutren las raÃces del sueño,/ El vuelo de las seis y media,/ El primer tren que gime y se aleja crujiendo,/ El rÃo discreto que transcurre bajo el puente/ Cercano, el canto de ruiseñores anónimos, la luz/ Difusa en la ventana, la mañana de nunca antes/ En cuya penumbra él se acomoda para verla mejor./ Se acoda y canta inclinado sobre el perfil reciente,/ Sobre el rostro que le corta el aire con su filo/ Amoroso, y recuerda su mirada sin precedentes./ Ella duerme,/ Concreta y diáfana, blanquÃsima en la sombra/ Y quïeta, fulgurante, una siesta sin sobresaltos./ A veces parpadea./ Él la mira y piensa que sólo ésto faltaba. Pensaba en los trenes llenos, los autobuses atestados, el reflujo de londinenses que vuelven al lugar del que vinieron esta mañana, en el gobierno laborista, en el cumpleaños de la Reina Madre, la sopa de verduras, el vino de Sudáfrica, el tamaño de la felicidad, los efectos del número cuarenta y cinco. Pensaba que no hay nada como no hacer nada. La idea me mantuvo ocupado largo rato. La repetà en voz baja, reflexioné sobre ella, me convencà de su profunda inutilidad y me alegró su contexto. Después de considerarlo mucho, decidà escribir estas lÃneas que son insuficientes para expresar el intenso alivio de alguien que no tiene ninguna obligación de ser serio, ni objetivo, ni interesante ni profundo porque desde el principio de esta columna salió -por fin- de vacaciones.
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