México, tan cerca y tan lejos... Volvà a Londres una semana a finales
de diciembre y terminé conversando por teléfono con mi amigo inglés
W. Lollard, quien ya he mencionado en otras oportunidades, en otros
medios, cuya flema me permite llamarlo Dobleú con cierta impunidad,
y cuyo interés por México parece insaciable.
También era vÃctima de un virus gripal que asoló la capital británica,
y su voz, gangosa a medias, no parecÃa la suya en el teléfono. "Lástima
que no podamos tomar un tequila", declaró. "Pero tampoco parece que
tengas mucho por qué brindar...".
Me preocupó lo que dijo. "Es que a tu paÃs le está pasando de todo",
explicó, "y a tus paisanos no les está yendo bien". Le pedà que siguiera;
grave error, porque me dejó caer encima un sexenio que yo pensé superado.
-México tiene acuerdos de libre comercio con Estados Unidos y Canadá,
y acaban de lograr uno con la Unión Europea - comenzó entre toses
y ahogos-. Pero oficialmente hay más de cuarenta millones de pobres
en un paÃs de cien, y hay grupos armados en Chiapas (desde hace seis
años), en Veracruz, en Guerrero, en Hidalgo, en Puebla, en Oaxaca.
No supe qué responderle. Iba a mencionar un programa gubernamental
de combate a la pobreza, pero recordé que en ese programa habÃa personas
que recibÃan el equivalente a unos treinta centavos de dólar (no sé
si al dÃa, a la semana o al mes, pero siempre pensé que se trataba
de un programa demagógico) para hacer menos su carencia.
-El Congreso, dominado por la oposición, aprobó un paquete por cerca
de la midad de la deuda externa del paÃs para rescatar a la banca
privada -siguió mi implacable colega-. Una banca que habÃa sido nacionalizada
y fue reprivatizada en términos que aún se debaten, recibió diez,
cien veces más de lo que se destinó al combate contra la pobreza.
Miré por la ventana. Pensé en la teorÃa del medio pollo, que alguien
enunció para explicar lo que está pasando en varios paÃses: uno está
sentado con un amigo, que pide un pollo y se lo traen, y se lo come
entero mientras uno lo mira; los datos macroeconómicos dirán que nos
tocó a medio pollo per capita, sin importar el tamaño del pollo. Me
invadió el desaliento.
-Les toca menos paÃs -seguÃa diciendo Dobleú desapasionadamente, con
la voz de alguien acostumbrado a manejar datos cuando está resfriado-.
El presidente que impulsó el proyecto económico neoliberal ya no es
presidente, y vive en DublÃn un exilio que todos reconocen menos él.
Mi amigo guardó silencio. Yo también. El invierno londinense puede
ser molesto pero no es particularmente duro. Dobleú es todo lo contrario...
-No creo que los mexicanos vivan mejor que hace seis años -continuó
mientras yo miraba la parada del autobús por la ventana-. Es claro
que los partidos polÃticos dejaron de representar a la sociedad desde
hace tiempo, y si alguna vez marcaron el rumbo, se les perdió el camino
sin que nadie se diera cuenta. Y en julio habrá elecciones presidenciales.
Si vivieras en México, ¿por quién votarÃas?
Su pregunta me sorprendió. Pensé en los candidatos, y no supe qué
decirle. Uno representa más de lo mismo; otro presagia cosas que me
estremecen a pesar de la distancia; otro insiste contra toda esperanza,
y los demás (con una excepción que no voy a mencionar ahora) saben
que nunca llegarán a la Presidencia. "No sé", respondà con la mayor
sinceridad posible. "TendrÃa que ver qué ofrecen, cómo piensan cambiar
al paÃs, si es que piensan cambiarlo".
-A juzgar por lo que dice la prensa mexicana -apuntó mi amigo-, el
resto de tu paisanos está esperando lo mismo, pero ya faltan cinco
meses para las elecciones y ninguno de los aspirantes parece tener
prisa en revelar qué propone ni cómo piensa hacer que las cosas mejoren...
Dobleú tiene la virtud de hacer que me quede callado. Le respondÃ
cualquier cosa y esperé que siguiera hablando. La conversación se
desvió hacia temas menos escabrosos que la polÃtica de México, como
la vida en Miami y el caso de Elián González, pero me quedó en la
memoria el eco del último comentario de mi amigo:
"Lo peor de todo", resumió, "es que no hay a quién echarle la culpa:
en este caso, como en otros, es cierto que los pueblos tienen los
gobiernos que se merecen".
Alcancé a oÃr el sonido que produce alguien cuando se sirve un trago,
y supe que Dobleú habÃa decidido brindar conmigo por teléfono, asÃ
que tomé la taza con el té de manzana que habÃa estado bebiendo y
brindamos por mi paÃs, tan cerca y tan lejos.
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