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Palabras que hieren, Ana Lucía González

El uso de expresiones fuertes o groseras en los medios informativos y entretenimiento preocupa a muchas personas y es una de las causas más frecuentes de las quejas del público.

En muchas ocasiones, parte de la audiencia tiende a ofenderse cuando ese tipo de lenguaje los toma de sorpresa.

Cuando el uso de palabras fuerte va en contra de las expectativas que el público tiene de un programa o publicación, muchos sienten que se ha recurrido a ellas de forma gratuita.

Sin embargo, en el contexto adecuado, las groserías pueden aceptarse mejor sin que ofendan a los telespectadores, oyentes o lectores.

De hecho, muchas veces se justifica plenamente la utilización de lenguaje fuerte en aras de la autenticidad de un programa o reportaje.


Palabras que hieren - Ana Lucía González, Sección Latinoamericana de la 91Èȱ¬

A mí se me ocurre que, a veces, la relación entre un periodista y su oyente o lector es tan intrincada como una relación amorosa. Y tengo la idea de que el respeto es la base para cualquier tipo de relación humana.

Todo comienza con reglas muy claras: no hay amor que aguante insultos ni palabrotas. No hay oyente que resista la apología a la violencia o los llamados a la intolerancia. No hay quien resista ver su cultura estereotipada. No hay quien soporte a un tipo machista o a quien se burle de los más débiles.

También están esos pequeños malos hábitos: frases sin sentido, muletillas, extranjerismos, repeticiones; el hablar y hablar sin escuchar a los demás; los malos cortes de sonido.

Ya sabes, esos detallitos que se te perdonan en un principio, pero que poco a poco corroen la relación hasta terminarla.

La diferencia con los seres queridos es que con el oyente no hay discursos de despedida, ni serenatas de última hora. Con un solo clic o con un movimiento del dial te deja y se va a dormir con el vecino. Y te enteras cuando llegan los números de audiencia.

Un derecho fundamental

Pero, seamos realistas: las relaciones no se mantienen a punta de decencia y buenos modales. También se construyen sobre el respeto por uno de los derechos fundamentales del hombre: el derecho a la sorpresa.

Es el derecho a no escuchar a los mismos entrevistados diciendo siempre las mismas cosas. A un ángulo inesperado de la misma historia; a escuchar la voz de los que generalmente no escuchan; a que se le ofrezca un menú de formatos variados.

El oyente tiene el derecho a un ataque multimediático por la espalda; a la riqueza de sonidos e imágenes; a una mirada a nuestro lado oscuro como humanos; a temas que cuestionen lo que está establecido.
 
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