Este fue uno de los videos más vistos en 91ȱ Mundo en la última semana. Mostraba las peripecias de un pingüino llamado "Número 337" que, tras escaparse del Acuario de Tokio, fue atrapado con cierta dificultad: alcanzó a estar 82 días "prófugo".
En principio daba gracia ver cómo, en medio de un operativo de película, ese pingüino era presentado en una jaula ante la prensa japonesa, muy movilizada por el caso. Como si se tratase de un narco recién capturado.
Pero enseguida esa situación curiosa por lo absurda nos provocó a algunos en la redacción una sensación de incomodidad. Algo parecía no estar bien. Se celebraba la detención de un pobre animal cuyo único "delito" había sido obedecer sus instintos: salir de un lugar que no era su hábitat o simplemente ansiar la libertad.
No es que esté agitando la bandera de los ecologistas ni la de los defensores de los derechos de los animales. Más bien, lo que intento decir es que este ejemplo sencillo y trivial nos recuerda una situación que, de cuando en cuando, se nos presenta en la cobertura de las noticias.
Venezuela vive una auténtica guerra de encuestas. Nuestro artículo busca reflejar el debate sobre los resultados de estos sondeos.
La semana pasada publicamos un artículo sobre la guerra de encuestas en Venezuela a propósito de la polémica en torno a si estos sondeos reflejan una tendencia en torno a quién resultaría ganador en las elecciones presidenciales del próximo 7 de octubre si los comicios se llevaran a cabo hoy.
La nota escrita por nuestro corresponsal en Caracas, Abraham Zamorano, generó que justamente ponen en duda los resultados de estos estudios de opinión.
En líneas generales las encuestas sugieren como ganador al presidente Hugo Chávez.
El escrito intentaba reflejar el debate sobre los resultados de estos sondeos y las justificaciones que sus responsables dan para defenderlos.
El principal objetivo del artículo de 91ȱ Mundo no era informar sobre quién ganaría los comicios en Venezuela si éstos se llevaran a cabo ahora.
A primera vista parece algo obvio. Si alguien publica algo en una red social, es, por definición, porque quiere que se conozca y se difunda. Por lo que a los periodistas nos resulta cada vez más normal llenar nuestras historias con citas tomadas de tuits, entradas en Facebook y otros materiales que circulan en las redes sociales.
Y que mi colega Arturo Wallace, corresponsal de 91ȱ en Mundo en Bogotá, haya dedicado un artículo esta semana a las controversias vía Twitter del exmandatario colombiano Álvaro Uribe Velez.
Sin embargo, como pasa con prácticamente todas las demás fuentes que usamos como información, también hay en las redes sociales aspectos que generan dudas y que deberían levantar señales de alarma acerca de la manera cómo manejamos en los medios esos contenidos.
Tengo claro que quiero escribir sobre el periodista francés Roméo Langlois, que desde hace más de diez días está retenido por las FARC en Colombia. Pero no sé muy bien por dónde empezar porque es difícil tomar una posición. Mucho de lo que pienso es contradictorio.
Ante todo me uno a quienes exigen el respeto por su vida y su pronto regreso a casa. Pero de ahí en adelante todo se torna complejo por las circunstancias en que su nombre se convirtió en noticia.
El pasado sábado 28 de abril Langlois fue retenido por las FARC en medio de un combate con el ejército colombiano. El periodista acompañaba a un grupo antinarcóticos que fue atacado por la guerrilla. Según varias versiones, en medio del combate, Langlois decidió correr hacia el lugar donde estaba la guerrilla para identificarse como periodista y salvar su vida.
Su vida por lo pronto la salvó. Un agente de policía y tres soldados murieron mientras que cerca de 20 uniformados terminaron heridos.
Debo confesar que yo misma pensé que era un error imperdonable. Pero no, la Real Academia de la Lengua reconoce que así es como se dice freír en El Salvador, Bolivia, Colombia y Uruguay. Como editora, suspiré aliviada.
Uno de los grandes desafíos que tenemos diariamente en 91ȱ Mundo es cómo escribir en un castellano que no sólo sea preciso, sino que sea entendible y grato de leer en toda América Latina, en España y en Estados Unidos. Y créanme que no es tarea fácil.
Un espacio donde los editores comparten su visión sobre diversos temas y cómo son cubiertos.
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