Funeral de Oswaldo Payá (Foto: Raquel Pérez)
Mi madre me enseñó que nunca debía valorar a la gente por sus posiciones políticas porque esas siempre engañan, "mira cómo se comportan en la vida diaria, con su familia, con sus amigos y en su trabajo. No te equivocarás porque nadie puede fingir tanto".
Lo recordé con la muerte de Oswaldo Payá, a quien conocí al inicio de los años 90, cuando era un activo laico católico, tanto que nos citaba en los templos. No podría decir cuántas veces nos encontramos desde entonces pero fueron muchísimas.
Después empezó a recibirnos en su casa y las entrevistas nunca terminaban con la última pregunta, su táctica era brindar el café al final para generar un debate en el que daba la impresión de estar contrastando sus propios criterios sobre la realidad nacional.
Pocas veces estábamos de acuerdo, como ocurre casi siempre entre un político y un periodista, pero eso hacía la conversación más interesante. A pesar de que era una persona apasionada y de sólidas convicciones, sabía mantener un diálogo respetuoso.
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Estudiantes extranjeros de la Escuela Latinoamericana de Ciencias Médicas de La Habana. (Foto: Raquel Pérez)
Este jueves 5.694 jóvenes de 59 países de América Latina, Asia y África recibieron en Cuba el título que los acredita como médicos. La última vez que estuve en esa escuela internacional me encontré desde un compatriota tomando mate hasta una chica de Mongolia lavando su ropa.
Este año va a la cabeza Bolivia con 2.400 graduados, seguida de Nicaragua, Perú, Ecuador, Guatemala y Colombia. Pronto estos médicos regresarán a sus comunidades con la ilusión de sumarse a la lucha contra las enfermedades, aunque realmente sólo algunos lo lograrán.
En muchos países los colegios médicos ponen fuertes obstáculos para reconocer los títulos de la Escuela Latinoamericana de Ciencias Médicas (ELAM). Conozco a una chica salvadoreña que lleva años esperando la convalidación a pesar de haber estudiado incluso una especialidad.
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La venta de alimentos en las calles de Cuba casi nunca sigue las normas sanitarias imprescindible. (Foto: Raquel Pérez)
Muy pronto tendremos que leer la prensa cubana acompañados de diccionarios técnicos que nos permitan entender de qué nos están hablando, ahora por ejemplo nos informan que
se ha detectado la presencia de un tal Vibrión Cholerae en Manzanillo.
Al parecer evitan decirnos que se trata de cólera para ahorrarnos preocupaciones y, en ese mismo sentido, nos tranquilizan asegurando que los 3 cubanos muertos con ese diagnóstico eran viejitos que padecían además de otras enfermedades.
Dicen los colegas de Ediciones Martes que "por suerte el sistema de salud cubano no tiene nada que ver con el periodismo". Afirman que los médicos están mejor organizados, tienen un plan de acción y los dirigen personas que se han "graduado de medicina".
Sin lugar a dudas los medios de prensa pueden mirar con envidia el profesionalismo del sistema de Salud Pública en Cuba, su carácter preventivo, sus estrategias a largo plazo, su rápida capacidad de respuesta y el respeto que la sociedad siente por sus médicos.
Pero ahora la Salud tiene nuevos retos, como proteger a la población de las enfermedades que puedan traer los cooperantes cubanos, ejercer control sobre las decenas de miles de trabajadores autónomos que venden alimentos y sobre las compañías extranjeras asociadas.
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Diputados cubanos aplaudiendo durante una de sus dos reuniones anuales. (Foto: Raquel Pérez)
Varias veces el Presidente Raúl Castro ha criticado la falsa unanimidad, pero si alguien tiene el récord indiscutible en este sentido es el parlamento cubano: lograron legislar durante casi 4 décadas sin que jamás un diputado haya votado en contra.
Son 600 hombres y mujeres de todo el país, de diferentes extractos sociales, desde veinteañeros hasta abuelos en edad de retiro, tocan los más diversos temas de la vida nacional y curiosamente siempre terminan estando todos de acuerdo.
Se trataría de una rareza en cualquier parte del mundo pero, conociendo el alma controversial de los cubanos, aquí se podría definir como un verdadero milagro.
El problema es que muchos no se lo acaban de creer y sospechan que hay gato encerrado.
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