El secreto de la fuga de Harry Houdini
Harry Redknapp es un buen entrenador, pero ni siquiera sus admiradores más ardientes creyeron que podrÃa rescatar al Tottenham Hotspur con tanta rapidez del fondo del pozo. Ayer, el equipo superó al Liverpool (4-2) en partido válido por la Copa Carling, poco después de ganarle en la Premier.
Los Spurs de Harry han ganado cuatro de sus últimos cinco partidos (contando el de Copa), mientras que los Spurs de antes de Harry sólo ganaron dos puntos en los primeros ocho partidos de la temporada.
¡Y pensar que ese mismo equipo, el de antes de Harry, habÃa ganado justamente la Copa Carling la temporada pasada!
Con los entrenadores hay que estar al dÃa.
Ayer fueron genios, hoy son inútiles, tal vez mañana recuperen el talento. Son los gajes del oficio.
Los veteranos están acostumbrados. El caso reciente más notable es Luis Aragonés: a los 70 años lo creyeron gagá, luego ganó un halo y la Eurocopa con el seleccionado español, después le llamaron burro por Fenerbahçe y ahora está recuperando la aureola, porque el equipo mejora: el domingo goleó 4-1 al Galatasaray.
Y no hablemos de otro español, Juande Ramos, un genio por sus tÃtulos con el Sevilla, un tronco por su fracaso en el Tottenham, antes de Redknapp.
En casi todos los casos se trata de problemas de comunicación, ya sea por falta de dominio de la lengua del vestuario o por limitaciones de carácter.
Cuando Juande debió enfrentar la crisis, sus conocimientos de inglés no fueron suficientes para dar ánimo a sus dirigidos. Su ayudante, el uruguayo Gustavo Poyet, habla un excelente inglés, pero su apoyo no bastó.
(En cuanto a la otra vertiente de la comunicación, el carácter, es lo que habrÃa determinado la ruptura entre Schuster, el técnico del Real Madrid, y sus pupilos, a quienes ya ni siquiera da instrucciones cuando juegan mal, como nos dicen las crónicas de los medios deportivos españoles.)
No es de extrañar que la comunicación, tanto por el lenguaje como por el carácter, sea el rasgo más fuerte en la personalidad de Harry Redknapp.
El técnico ha tratado de poner las cosas en su sitio: "No soy Harry Houdini", suele decir, aludiendo al célebre "escapólogo" de ese nombre, de comienzos del siglo XX, cuyo nombre se ha convertido en el apodo de Harry.
(Una de las pruebas favoritas de Houdini consistÃa en desafiar a los departamentos de policÃa para que lo encerraran en la celda más fuerte, con los candados y cerrojos más seguros: él se fugaba en cuestión de horas.)
Tampoco es un genio táctico, aunque su primera modificación al esquema de Juande, cambiar de posición a Luka Modric, resultó determinante.
No, dicen los jugadores: lo que hizo fue hablar, algo que estaba más allá de Juande, por las limitaciones de su inglés.
(Una rápida revista a los extranjeros que tienen o han tenido éxito en Inglaterra: hablan con fluidez, en los casos de Mourinho y Wenger, o suficiente para arengar al vestuario, en los casos de BenÃtez y Scolari. Un caso intermedio fue Ranieri, el de Juventus, a quien Mourinho acusó de no saber decir "Good Morning" tras varias temporadas en el Chelsea.)
Y no vayan a creer que Harry es Cicerón, Demóstenes o Barack Obama.
El hombre está lleno de tics y su elocuencia en inglés no puede compararse con la que pueden desplegar Mourinho o Wenger.
No. Su virtud es saber qué decir y en qué momento decirlo.
Tom Huddlestone, uno de los jugadores transformados tras la llegada de Harry, dijo que las charlas del técnico giraron siempre alrededor de un solo tema, machacado una y otra vez: "Oye, hijo, tú eres bueno, mucho mejor de lo que crees, sólo tienes que salir a jugar sabiendo lo que vales, no lo que ellos piensan que vales. Créeme, tú eres bueno y por eso apuesto por ti."
Ese es el discurso básico.
Los jugadores le creyeron porque querÃan creerle.
AsÃ, la mejorÃa era segura, porque el plantel de este Tottenham, incluso tras perder a dos jugadorazos del nivel de Berbatov y Keane, no estaba para ser cola de la Premier League.
El verdadero nivel de los Spurs es quinto, o sexto, con aspiraciones a desplazar a uno de los "cuatro grandes" con un poco de suerte.
De modo que dos o tres charlas bien ubicadas pudieron cambiar la situación. Y trabajo también, claro. Y sensatez, y un poco de suerte, cómo no.
No. Harry Redknapp no es Harry Houdini. Es un veterano sensato, que sabe su oficio.
Más que suficiente, dirán muchos. Y tendrán razón.